cineasta colombiano-canadiense Juan Andrés Arango regresa a las pantallas con “Donde comienza el río”, un drama ambientado en Colombia que sigue a una joven madre emberá viuda y su hija mientras abandonan un violento barrio de Bogotá e intentan llegar al río Andágueda, el paisaje selvático que alguna vez llamaron hogar.
La película marca la primera vez que Arango se centra en una protagonista femenina indígena y continúa su exploración de la migración, la marginación y la línea borrosa entre la memoria y la realidad presente, temas que han dado forma a su trabajo desde “La Playa DC” (Una Cierta Mirada, Cannes 2012) y “X500” (TIFF 2016).
Filmada a lo largo de Bogotá, Medellín, Quibdó y en lo profundo de la selva tropical del Chocó, “Donde comienza el río” combina el realismo social con una fuerte dimensión sensorial, basándose en las cosmologías Emberá, la creencia de que la selva es juez y la experiencia de las comunidades desplazadas por el largo conflicto de Colombia.
Trabajando con actores no profesionales, el director eligió a Girleza Duave Cerezo de la comunidad Emberá Dobidá como Yajaira, y a Juan David Junca Linares como Jhon, un adolescente pandillero que se suma al viaje después de que un enfrentamiento deja muerto al sobrino de Yajaira. La película sigue el movimiento de los personajes desde las estrechas periferias urbanas hasta una selva tropical marcada por la pérdida, los grupos armados y el borrado; una trayectoria demasiado real que refleja el desplazamiento de muchas comunidades indígenas y la desaparición de pueblos a lo largo de la costa del Pacífico de Colombia.
«Este retorno es un proceso complejo y no lineal, ya que la violencia ha mutado y continúa existiendo en muchos de estos territorios, y porque la guerra ha transformado estos espacios, alejándolos de los lugares de memoria que sus antiguos habitantes llevan dentro de sí. Esta búsqueda de los espacios de nuestras raíces en un país transformado por la guerra es mi principal motivación para contar esta historia». el director dijo Variedad.
Producida por Paola Pérez Nieto de Películas de inerciaCon los socios de coproducción Midi La Nuit (Canadá) y Stær (Noruega), la película acumuló un importante apoyo internacional durante su desarrollo. Participó en el Taller de Cinéfondation, Sørfond Pitching Forum, Cine Qua Non Lab, BAM Stories y el Foro de Coproducción de San Sebastián, donde ganó el premio Dale! Otorgar.
El respaldo incluye SODEC, Telefilm Canada, Sørfond, CALQ, el fondo de producción FDC y apoyo regional de las autoridades de la ciudad de Cali. La producción concluyó un rodaje de dos meses en julio de 2025. «Juan Andrés y yo nos conocimos en su ópera prima, ‘La Playa DC’, donde trabajé como productor de línea. Desde entonces, hemos mantenido una relación creativa». dijo Pérez Nieto. “Sin embargo, no fue hasta 2019, cuando me pasé de lleno a producir a través de Inercia Películas y él comenzó a desarrollar esta película profundamente femenina, que vio en mí a la persona adecuada para producir su proyecto”.
Presentando en ventana surPara el primer corte de Primer Corte, el equipo está buscando un agente de ventas internacional, distribuidores en territorios clave y programadores de festivales, además de socios para cerrar la financiación restante con un presupuesto de 2,2 millones de dólares.
Variedad habló con Arango sobre el contexto político y cultural de la película, su trabajo con los colaboradores Emberá y cómo la edición está dando forma a la columna emocional de la historia.
La película vincula el desplazamiento territorial con un exilio más interno: pérdida de voz, de comunidad, de base espiritual. ¿Cuándo surgió esta estructura dual en sus escritos?
Juan Andrés Arango: “Donde comienza el río” quiere explorar el retorno que poco a poco han comenzado a hacer miles de colombianos después de que los acuerdos de paz con los grupos paramilitares y las FARC les permitieran regresar a los territorios que se vieron obligados a abandonar a causa de la guerra. Este retorno es un proceso complejo y no lineal, ya que la violencia ha mutado y continúa existiendo en muchos de estos territorios, y porque la guerra ha transformado estos espacios, alejándolos de los lugares de memoria que sus antiguos habitantes llevan dentro de sí. Esta búsqueda de los espacios de nuestras raíces en un país transformado por la guerra es mi principal motivación para contar esta historia.
Varias escenas giran en torno a que Yajaira sienta el peligro o “escuche” la jungla. ¿Cómo trabajó con la comunidad para representar el conocimiento espiritual sin exotizarlo?
El guión de la película se inspiró en varios años de conversaciones con jóvenes embera que viven en las principales ciudades de Colombia. Un elemento recurrente en estas conversaciones fue la añoranza por el espacio de la selva tropical y cómo ésta permaneció presente en los sueños y la imaginación de los adolescentes embera de la ciudad. La película retrata esta presencia de la selva, que por momentos toma el lugar de la ciudad, sugiriendo el espacio que ocupa dentro del protagonista. El guión pasó por diferentes versiones que fueron compartidas con miembros de la comunidad Emberá con el fin de afinar la forma en que se retrata la presencia espiritual de la selva y presentar a la comunidad Emberá de manera respetuosa.
Has utilizado constantemente actores no profesionales. ¿Qué procesos específicos construyeron la entrenadora de actuación Catalina Arroyave y usted para ayudar a Girleza Duave Cerezo a acceder al mundo interior de Yajaira?
Girleza, o Anyela como prefiere que la llamen, tiene una historia personal y una esencia expresiva muy cercanas a las del personaje Yajaira. El trabajo con Catalina se centró en encontrar conjuntamente los caminos expresivos propios de su personalidad para que pudiera transmitir a los demás actores y a la cámara la energía que ya sabíamos que poseía.
La película aborda directamente el desplazamiento paramilitar, un tema profundamente vinculado a los debates sobre la restitución de tierras en Colombia. ¿Cómo equilibraste la precisión política con el tono de memoria onírica de la película?
Mi intención con la película es explorar la guerra, el desplazamiento y la restitución de tierras sin exponerlos explícitamente ni adoptar una postura política hacia ellos, sino más bien dándoles el papel de telón de fondo: una fuerza omnipresente que influye en la vida cotidiana de los personajes. Esto surge de mi interés como cineasta en explorar el conflicto no a través de la violencia explícita, sino a través de las consecuencias psicológicas que décadas de guerra nos han dejado, y cómo debemos aprender a coexistir con estas consecuencias para poder seguir adelante.
La película evita arcos de redención fáciles. ¿Siempre tuvo claro para usted que el perdón en esta historia sería condicional, ambiguo y arraigado en el lugar en lugar de una transformación personal?
La película pretende ser lo más justa posible con el personaje de Yajaira. Por ello, no presenta una redención clara ni un final en el que se resuelvan todos los hilos de la historia, sino más bien una dirección de movimiento. A través de la historia espero acercar al espectador a la compleja y dura realidad que enfrentan los jóvenes embera en las ciudades, pero también a la gran fuerza humana y cultural que poseen. Creo que es en esta fuerza resiliente donde reside la esperanza de la película.
Filmaste desde Bogotá hasta la selva del Chocó con las comunidades locales apoyando la producción. ¿Qué acuerdos o estructuras de colaboración fueron imprescindibles para rodar con respeto?
La película es el resultado de tres años de trabajo conjunto con comunidades Embera ubicadas en la selva del Chocó y en Bogotá. Este trabajo fue coordinado por Nury Dumaza, investigadora del proyecto y miembro de la comunidad. Junto a ella nos acercamos a los líderes y ancianos de la comunidad para presentarles la idea inicial del proyecto así como su desarrollo a través de las diferentes versiones del guion. Ellos aportaron –y siguen aportando– su conocimiento y orientación, sin los cuales hubiera sido imposible llevar a cabo el proyecto. A nivel práctico, las comunidades participaron en la producción de la película en cada etapa, participando en los equipos de producción y dirección, actuación, preparación de alimentos, transporte y orientación dentro del territorio.
Mientras montas el primer montaje con el editor Xi Feng, ¿qué te ha sorprendido más, alguna línea emocional que solo surgió en el montaje?
Creo que lo que más me sorprendió durante el proceso de montaje con Xi fue la fuerza expresiva con la que emergió la jungla en la película. Siempre habíamos sido conscientes de su importancia en la historia, pero rodar en la selva tropical es un poco como nadar en un río: quedas tan absorto en la corriente que es difícil analizar algo racionalmente. Por lo tanto, redescubrir la jungla en el metraje fue una sorpresa muy emotiva.
Llamas a esta tu película más personal. ¿Hacerlo ha cambiado la dirección de su próximo proyecto, en términos de escala, geografía o preocupaciones temáticas?
No creo que haya un cambio de dirección en mi trabajo como directora, sino más bien una profundización en los temas de identidad, transformación y pertenencia que me fascinan. Creo que “Donde comienza el río” me permitió abordar estos temas desde una perspectiva más íntima y espiritual, que seguirá creciendo en mis futuras películas.
Cualquier otra cosa que quieras decir…
Esta película es el resultado de un trabajo apasionado realizado en condiciones difíciles de rodaje por personas de diversos orígenes y culturas. Creo que es precisamente el hecho de que somos diferentes, pero queremos comunicar juntos algo esencial, lo que da fuerza al proceso y da forma al resultado final de esta película.
