Solo (ANTARA) – (Reflexiones en el Día Nacional del Maestro, 25 de noviembre de 2025)
Ser docente en Indonesia no se trata sólo de ejercer una profesión. La enseñanza es una vocación y una forma de servicio a la humanidad. Sin embargo, a lo largo del largo viaje en el mundo de la educación, hay una realidad sobre la que claramente es necesario reflexionar: los docentes a menudo están atrapados en un sistema que los posiciona no como verdaderos educadores, sino simplemente como implementadores del plan de estudios.
En medio de rápidos cambios de políticas y oleadas de reformas educativas que van y vienen, los docentes a menudo pierden el espacio para que la reflexión se convierta en el tema de la educación misma.
A menudo escuchamos el término «héroes anónimos». Esta expresión es ciertamente hermosa, pero detrás de su belleza se esconde una ironía: que la apreciación moral a menudo no va acompañada de una apreciación material y profesional acorde. Los docentes, especialmente los honorarios, desempeñan con gran dedicación la gran tarea de formar la generación del país, pero muchos de ellos aún viven en la incertidumbre. Salarios inadecuados, estatus poco claros y cargas administrativas crecientes son parte de una realidad que no puede seguir ocurriendo.
De hecho, es en manos de estos docentes que se determina el destino de la educación en la nación. Se encuentran cara a cara con los estudiantes todos los días y enfrentan desafíos reales en el aula que no están reflejados en los documentos de políticas. Aprenden no sólo lecciones, sino también valores, carácter y significado de la vida.
En medio de todas las restricciones, los maestros continúan esforzándose por despertar el entusiasmo por el aprendizaje, fomentar la curiosidad y la confianza en sí mismos entre los niños del país. Sin embargo, en un sistema educativo cada vez más burocrático, el papel de los docentes está disminuyendo lentamente. Deben cumplir con diversos indicadores, informes y evaluaciones que muchas veces tienen un carácter más administrativo que educativo.
Es como si el éxito educativo se midiera por la integridad de los documentos y no por la profundidad del proceso de aprendizaje que tiene lugar. Los docentes se convierten en parte de una gran máquina llamada “curriculum”, un sistema que cambia constantemente de nombre y formato, pero no necesariamente cambia el destino de quienes lo manejan.
El currículum debe ser una directriz que libere, y no una cadena que frene. Debe brindar a los docentes el espacio para ser creativos y adaptar el aprendizaje al contexto de los estudiantes y el entorno. Sin embargo, la realidad sobre el terreno suele ser la contraria. Los profesores todavía sienten que tienen que «obedecer» fórmulas técnicas estándar. Parecen trabajar para el sistema, no para las personas que crecen antes que ellos. De hecho, la esencia de la educación es la humanidad, la creación de conciencia, y no sólo de habilidades.
Los docentes no son trabajadores curriculares. Los profesores son los diseñadores de la civilización. No sólo implementa los valores detrás del contenido de cada lección, sino que también los interpreta. Los profesores no son sólo rellenadores de formularios, sino también de almas. Cada paso en el aula es un proceso de formación de personas que piensan, sienten y se comportan con conciencia. Si la educación pierde ese toque humano, lo que queda es un sistema seco y formalidades vacías.
Necesitamos revisar cómo el Estado trata a los docentes, especialmente a los docentes honorarios que forman la columna vertebral de la educación primaria y secundaria en zonas remotas del país. Enseñan con gran entusiasmo, a menudo sin las instalaciones adecuadas. Hay personas que tienen que viajar largas distancias para ir a la escuela, hay personas que perseveran a pesar de que las matrículas sólo se pagan cada pocos meses. Pero no se dieron por vencidos, porque en sus corazones existía la creencia de que la educación era el camino hacia el cambio.
Es irónico cuando se pide a los profesores que inculquen los valores de independencia, integridad y responsabilidad en los estudiantes, mientras ellos mismos todavía luchan contra la dependencia de un sistema injusto. Si se espera que los docentes fomenten un carácter fuerte en sus estudiantes, entonces el Estado también debe fomentar un carácter de respeto por la profesión docente. Los profesores que sean debidamente apreciados enseñarán con un corazón más tranquilo y de ahí surgirá la verdadera calidad de la educación.
Los cambios en las políticas curriculares deben ir acompañados de la comprensión de que los docentes no son instrumentos políticos, sino socios en el proceso educativo. Ellos no son los que simplemente «implementan» instrucciones desde arriba, sino que son los actores clave que comprenden la dinámica de clase, el carácter de los estudiantes y el contexto social circundante. Cualquier política que no incluya la voz de los docentes desde el principio es como construir una casa sin escuchar la voz del constructor. Puede permanecer en pie, pero por dentro es vulnerable.
Los docentes honorarios que han trabajado durante años con salarios mínimos son una cara de sinceridad que vale la pena reflexionar juntos. Necesitan no sólo misericordia, sino también reconocimiento y justicia. Los nombramientos, una mayor prosperidad y garantías de protección del empleo no son regalos, sino derechos que deben ser garantizados por el Estado. Porque sin docentes prósperos, el ideal de una educación de calidad será sólo un eslogan repetido cada año sin sustancia.
La conmemoración del Día Nacional del Maestro 2025 debería ser un momento de reflexión, no una ceremonia. Este día no es sólo un momento para felicitar o leer poesía durante las ceremonias escolares. La conmemoración y celebración del Día del Maestro debería ser un día en el que todos volvamos a hacernos una pregunta fundamental: ¿hemos realmente respetado a los docentes no sólo con palabras, sino con políticas, creencias y bienestar reales?
Los profesores no piden ser adorados, sólo quieren que se les reconozca y se confíe en ellos. Quieren espacio para innovar, sin verse limitados por disposiciones rígidas. Quieren tener la oportunidad de crecer con los estudiantes y no verse constantemente perseguidos por plazos administrativos. Quieren ser personas humanas, no empleados que sólo logran objetivos.
Por eso es hora de que devolvamos la esencia de la educación a su valor fundamental, que es la relación entre personas y personas. Profesores con alumnos, no profesores con sistemas. La educación no es una industria que se mide por la producción, sino un jardín donde crecen el carácter, el sentido común y la curiosidad. En ese jardín el maestro es el guardián de la vida.
El Día Nacional de los Docentes no es sólo una celebración de la profesión, sino también un recordatorio de que sin docentes, todos los grandes planes del país perderán su significado. No puede haber un desarrollo verdaderamente sostenible sin una educación sólida. No hay educación sólida sin docentes humanizados.
Los docentes no son trabajadores curriculares. Son los arquitectos del alma de la nación. Entretejen los valores de la vida en cada lección, inspiran entusiasmo en cada mirada y traen esperanza a cada frase. En sus manos, el futuro no se planifica con lujos, sino con paciencia, sinceridad y la creencia de que el conocimiento es la luz que seguirá iluminando el camino de la nación.
Respetar al maestro adecuadamente.
La educación es el corazón de la civilización. El maestro es el pulso que hace latir el corazón. Por lo tanto, respetar a los docentes significa que lleven una vida digna, disfruten de la enseñanza y trabajen libremente.
Cada 25 de noviembre podremos volver a cantar solemnemente el “Himno del Maestro”. Pero lo que es más importante que eso es asegurarnos de que realmente luchemos por su destino el 26 y 27 de noviembre y más allá. Porque una nación que glorifica a los maestros es una nación que escribe su futuro con la tinta de la sabiduría.
Con suerte, en el Día Nacional del Maestro de este año, no sólo les daremos las gracias, sino que también aprenderemos de su ejemplo. Lealtad a su vocación, trabajo duro y desinteresado y amor infinito para ver a esta nación progresar a través de la educación.
*Psicóloga, profesora de la Universidad Muhammadiyah de Surakarta (UMS)



